21 de mayo de 2013

El hablar y el callar de las cosas



Había el hablar de las cosas y el callar de las cosas. Había, sí, esas dos percepciones que hacían especial un cuadro o un poema. Una, el hablar de las cosas. Captar el hablar de las cosas, su aura expansiva, su querer decir, y traducirlo al lenguaje de la luz o los sonidos. La otra, el callar de las cosas, su esconderse. Su ausentarse. Su vaciar. Su pérdida. Reflejar o contar esto era otro estremecimiento. El primer arte provocaba un estremecimiento frontal. El segundo, una corriente lumbar. Un momento. Aún en el callar de las cosas podían distinguirse dos clases de silencio. Un silencio amigo, que nos acompaña, donde se pueden recrear las palabras, y otro silencio. El que atemoriza. A este silencio, dijo Huici, Rosalía de Castro lo llamó 'el silencio mudo.


Los libros arden mal, Manuel Rivas

8 de mayo de 2013

Ostentación cultural

Toda ostentación, incluida la cultural, es absolutamente incompatible con el concepto de cultura. La fanfarronería lo único que delata es la ignorancia. La cultura no se ostenta, no es un campo en el que se busque el aplauso de los demás. Está totalmente prohibido demostrar la inferioridad del interlocutor sometiéndolo a una batería de preguntas y el esnobismo cultural es una prueba de incultura. La capacidad de comportarse civilizadamente forma parte de la cultura, cuyo verdadero objetivo es una comunicación libre de coacción que enriquezca la vida humana. 

La cultura, Dietrich Schwanitz