La mayoría de los españoles considera que los políticos no actúan de forma honrada y la valoración que hacen de sus actuaciones es demoledora. La percepción del alto índice de corrupción en la vida pública española es masiva.
Tres estudios
demoscópicos recientes lo demuestran. En primer lugar, el Barómetro del CIS,
según el cual, los políticos son considerados el tercer problema del país y la
corrupción, el cuarto. En segundo lugar, el índice de percepción de
Transparencia Internacional (2012). Según dicho índice, España se encuentra en
el puesto 13º de la UE de Estados corruptos y en el 30ª del mundo, por detrás
de países como Alemania (13º), Francia (22º), aunque en mejor posición respecto
a Italia (72º) y Grecia (94º). En tercer lugar, el Eurobarómetro (2012), según
el cual el 88% de los españoles considera que la corrupción es masiva en la
vida pública.
Un 70% la población
considera que hemos llegado a esta situación debido a una profunda crisis de
valores cívicos y morales. Predomina el deseo de enriquecerse y la forma de
conseguirlo resulta indiferente. Esta deriva está desmoralizando a la sociedad
española, que exige en su mayoría (90%) la adopción inmediata de soluciones para evitar que nuestra credibilidad en el mundo quede dañada irremediablemente en el peor momento de nuestra economía.
La corrupción
amenaza también la estabilidad social, la autoridad de la ley y las instituciones públicas;
la ética, la justicia y el bienestar; aleja a los ciudadanos de la política
y los acerca a la frustración, la indignación y la desconfianza.
El puñado de
políticos corruptos que ha llevado al país a esta grave situación es una
minoría, frente a aquellos que ejercen sus funciones con responsabilidad y
ejemplaridad. Luchar contra la corrupción urge para evitar la demonización
de la clase política y del sistema democrático.
La responsabilidad
de definir y aplicar las políticas anticorrupción corresponde a las
instituciones públicas y a los partidos políticos. A ellos debemos exigir
voluntad y compromiso firme. Pero la prevención y la erradicación de la
corrupción requieren necesariamente el apoyo, la cooperación y la participación
de toda la sociedad civil.
La oportunidad del
momento que vivimos radica en el debate público que se está produciendo en los
medios de comunicación. Cada día surgen interesantes aportaciones de
ciudadanos, expertos, entidades, instituciones, profesionales, académicos... La
próxima semana tendrá lugar el Debate del Estado de la Nación, una excelente
oportunidad para que los partidos parlamentarios demuestren su interés real por
la política anticorrupción. Se equivocarán aquellos que enfoquen el Debate desde
el “Tú eres más (corrupto)” o el “Yo propongo más (medidas)”.
Atendiendo a la
madurez de la sociedad española, deberían proponer una metodología para la
elaboración de un Plan de Acción contra la Corrupción, contando con la
participación de todos los sectores sociales con capacidad y voluntad de
sumar. El Plan no debería contener únicamente medidas sino, sobre todo, procesos de mejora continua, instrumentos y
estructuras que contribuyan a la creación de una nueva cultura de la integridad y la gobernabilidad. Podría también ser necesaria la aprobación de una Ley contra la
Corrupción que aporte solidez a un proceso que, sin duda, requerirá años y esfuerzos por parte de todos.
Con el ánimo de contribuir
en el actual debate público, aportaremos desde aquí algunas reflexiones sobre una posible política estratégica contra la corrupción en diferentes ámbitos: 1) Justicia, 2) Vigilancia, 3) Fraude, 4) Cooperación, 5) Transparencia, 6) Partidos, 7) Elecciones, 8) Ejemplaridad.
Ilustración: Monumento Corrupción, de Wakal.
...Sí, en cambio, desentrañamos la ética política de Marco Tulio Cicerón, en su arriesgado y extraordinariamente valiente ataque parlamentario contra la corrupción de Verres en Sicilia, según la cual la mesura en el robo –¡y no hablaba de un mero 3%!– convenía a cualquier administrador que actuara en nombre del Senado y del pueblo romano.
ResponderEliminarLo grave no era robar, sino pasarse. Llegar hasta el expolio que llevó a los sicilianos a alzarse contra sus administradores y a Roma a mandar legiones. En otras palabras, Cicerón, adelantándose más de 21 siglos a los estrategas del Pentágono, puso el énfasis sobre la cuestión espinosa de los daños colaterales.
Éstos, naturalmente, incluyen la pérdida de inocencia de muchos ciudadanos, fomentan el cinismo y hasta legitiman para muchos la afición al despotismo. No hay fascismo ni dictadura que no haya intentado justificar sus desafueros contra la democracia aludiendo a sus supuestas corrupciones congénitas.
En el fondo, lo más triste no es que se enriquezcan los políticos de París, Milán, Moscú, Chicago y Barcelona (por no hablar de México o Indonesia, donde la cosa anda desbocada), sino que la ciudadanía caiga en el escepticismo, privatice aún más su propia vida y le importe un bledo la causa pública.
Para combatir con eficacia este pernicioso efecto colateral, nada mejor que adoptar una posición equidistante de las dos falacias extremas. La primera a evitar es la posición neoconservadora, suponer que ya que hay corrupción, y ésta no impide –sino que a veces, hasta fomenta– la prosperidad y la intensidad de la vida del mercado, lo crucial es seguir adelante y untar tantas manos como sea preciso. Esta curiosa doctrina es defendida vigorosamente por no pocos ideólogos.
La segunda, la posición puritana, pretende erradicar la corrupción por completo. Tanta rectitud moral conmueve, pero uno se pregunta cómo es que todos los regímenes políticos puritanos que en el mundo ha habido han acabado en el más atroz abismo de la corrupción, en la sima insondable del totalitarismo.
TOMAR LA tercera vía, la ciceroniana, no complacerá ni a los tirios del cinismo conservador ni a los troyanos de la pureza impuesta con guillotina o mazmorra. Convence a demócratas y ciudadanos que comprenden que la lucha por la decencia es lenta, poco espectacular, paciente y con una fe residual, pero esencial, en instituciones como pueda serlo una prensa libre y responsable. Éstos no son sólo deseos piadosos. Prueba de ello es que hay asociaciones, como Transparencia Internacional, que publican año tras año sus informes sobre la corrupción al igual que otras, como Amnistía Internacional que, aunque volcadas a otros menesteres –la lucha contra la tortura– denuncian regímenes cleptocráticos y parasíticos con relativa aunque singular eficacia. En última instancia, no hay cura absoluta. Pero es menester percatarse de que la salvación no se encuentra ni en la aceptación fatalista de la corrupción ni en la proclamación de un régimen angélico, que acabará siendo infernal. Está en el mismo combate, en la búsqueda terca y responsable de la decencia pública. Con eso, basta
La corrupción y Cicerón (Salvador Giner)
http://www.almendron.com/tribuna/la-corrupcion-y-ciceron/
Asombra la vigencia... "Lo grave no era robar, sino pasarse". Gracias!
ResponderEliminar...la virtud del político consiste en disponer de los conocimientos adecuados, en haber demostrado que uno sabe elegir razonablemente en situaciones comprometidas y, finalmente, en ser capaz de aguantar las presiones de los poderosos una vez que se ha tomado una decisión
ResponderEliminar"Ética a Nicómaco" Aritóteles
Karl Kraus en vísperas de la Primera Guerra Mundial: “el que tenga algo que decir, que dé un paso al frente y se calle”.
Pero actúe
"De la risa al llanto"
http://elpais.com/elpais/2013/02/11/opinion/1360601486_439973.html
Res ha canviat...
ResponderEliminar"If the American people ever allow private banks to control the issue of their currency, first by inflation, then by deflation, the banks and corporations that will grow up around [the banks] will deprive the people of all property until their children wake-up homeless on the continent their fathers conquered. The issuing power should be taken from the banks and restored to the people, to whom it properly belongs."
"I sincerely believe that banking establishments are more dangerous than standing armies, and that the principle of spending money to be paid by posterity under the name of funding is but swindling futurity on a large scale."
Thomas Jefferson to John Taylor, 1816.
"Todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando los designios."
ResponderEliminarSaavedra Fajardo
Saavedra Fajardo:
ResponderEliminar“Tenemos por virtud los vicios, queriendo que la ambición sea grandeza de ánimo, la crueldad justicia, la prodigalidad liberalidad, la temeridad valor, sin que la prudencia llegue a discernir lo honrado de lo malo y lo útil de lo dañoso”.
"Si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar;
ResponderEliminardel robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor,
y se acaba por faltar a la buena educación, y por dejar las cosas para el día siguiente"
Thomas de Quincey ("Del asesinato considerado como una de las bellas artes")
"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."
ResponderEliminarAYN RAND (1950)
"Nos envidian porque España tiene lo mejor de los países europeos:
ResponderEliminarsueldos portugueses, precios alemanes, impuestos suecos, corrupción búlgara,
honradez rumana, política italiana, banca albanesa, sanidad británica y engreimiento francés."
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