Mariano Rajoy ha anunciado en pocas horas la fecha de las próximas
elecciones generales y las bases del
discurso político del PP para abordarlas. Un canal de televisión privado fue el
escenario del primer anuncio; y un mitin ayer en Valencia, la comunidad
más castigada por la corrupción y la pérdidas electorales, el escenario del segundo. Empieza la campaña al parecer sin demasiados escrúpulos.
De momento sin escrúpulos y sin mensaje político elaborado. Ayer llamó la atención especialmente la ligereza del discurso y el uso excesivo de frases hechas cuyo sentido puede ser fácilmente revertido y utilizado contra el mismísimo PP.
Dice Mariano Rajoy: 1) Los otros gobiernos dan síntomas de
intervencionismo y de mermas de libertad. 2) Las cosas no se arreglan ni con
ocurrencias ni con eslóganes. 3) Hace falta mucha pedagogía y
demostrar las falsedades que se repiten con demasiada intensidad. 4) Gobernamos mejor porque nuestras
ideas son mejores. 5) Gente que no asume responsabilidades
y le echa la culpa a la derecha. 6) No se puede mantener lo público
arruinando lo privado.
Ni lo contrario, no se puede mantener lo privado arruinando lo público.
Sin escrúpulos, sin mensaje y ¿sin proyecto? El presidente considera que el
proyecto y principal objetivo de los próximos años será la economía. Sin embargo, no hay que ser muy espabilado para sospechar que, con toda probabilidad, la fórmula mágica de la reactivación económica continuará siendo la austeridad para la mayoría y la generosidad para los que en gran parte fueron responsables de esta crisis.
Por el momento desconocemos el proyecto pero ha quedado clara la ligereza del partido del gobierno en el inicio de esta campaña. La nueva presidenta
del PP de la Comunitat Valenciana, Isabel Bonig, quiso sintetizar con dos palabras su mensaje
principal: “Perdón y gracias”. Pero Rajoy, raudo, vino a proclamar a viva voz que Los
errores no los vamos a repetir jamás, ni aquí ni en ningún otro lugar de España... Menuda osadía.
Hay que reconocer que los políticos tienen que hacer un verdadero esfuerzo para reponerse de sus errores y seguir diciendo este tipo de cosas en campaña. Pero a diferencia de otros muchos, ellos cuentan con un entorno bien entrenado que les proporciona la dosis de vanidad necesaria para recuperar el ánimo. En cambio, los ciudadanos que se proponen esquivar diariamente el pozo profundo de la desafección y
la incredulidad política, sólo cuentan con su capacidad para cultivar la más sublime de las virtudes, la santa paciencia. Y no sólo en campaña.
Ilustración de Terry Fan
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