15 de enero de 2013

La Europa en común





















Ulrich Beck*, reconocido activista en la actual batalla de las ideas, inauguró el 14 de enero en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona el ciclo de conferencias "En común".. El título hace referencia a aquellos bienes comunes y compartidos que son patrimonio y responsabilidad de todos, la naturaleza, por ejemplo; o los sueños, la educación, los ideales democráticos, las ciudades, la música... Europa.

Beck trató la idea de Europa como un bien común reconociendo abiertamente la dificultad de hablar de ella. Vivimos en un mundo en el que no sabemos si la situación de hoy se mantendrá mañana, la realidad se transforma constantemente y, a la  vista de los desafíos cotidianos a los que nos enfrentamos, nuestras expectativas y teorías van a parar al vacío. En el siglo XX el orden imperante se reproducía con cierta lógica pero hoy los acontecimientos se desarrollan de manera diferente. El cambio climático, el 11-S, la crisis del euro, por ejemplo, son acontecimientos inesperados, globales y universales que ponen en cuestión el orden establecido y muestran hasta qué punto dependemos unos de otros.

Breck ha recogido éstas y otras consideraciones en su teoría de la sociedad del riesgo. Se basa en la idea de que la modernización ha ocasionado una serie de consecuencias inesperadas que están poniendo en riesgo el orden actual, por ejemplo, la vigencia del concepto nación-estado. Europa está integrada teóricamente por diferentes naciones estado pero, en realidad, estas entidades no son más que una ilusión que opera en nuestras cabezas. Ninguna de estas naciones  tiene entidad suficiente como para encontrar por ella misma una solución a la situación actual. La crisis del euro es otra consecuencia sobrevenida. En este caso, ni siquiera  podemos hablar de ello con claridad porque nadie comprende lo que está ocurriendo.

La idea de una posible catástrofe nos amenaza aunque afortunadamente nos encontramos en la fase previa, en el momento de la anticipación, del riesgo y del tiempo en el que la movilización todavía puede evitarla. El riesgo es el factor que permite desarrollar la capacidad de reinvención y resolución de la sociedad, permite saca a la gente de la rutina y obligarla a negociar y a actuar con coraje.

Muchas de las teorías actuales consideran que estamos en el final de la política. Beck discrepa totalmente y afirma que estamos vivimos un tiempo muy político, centrado en la búsqueda de alternativas políticas viables. La existencia de tantos conflictos y la polémica de tantos conceptos están promoviendo pequeñas revoluciones y un movimiento político de fondo. La controversia sobre cómo actuar se está convirtiendo en un factor determinante. Los riesgos y las amenazas son reales y su inminencia puede acabar desarrollando nuevas formas de cooperación y una nueva idea de Europa.

La crisis está cambiado el paisaje de Europa y está provocando diferentes escisiones en su seno. La Unión empieza a dividirse entre países que tienen el euro y los que no, entre los que conceden créditos y los que los reciben, entre los que van a una velocidad y los que van a otra. Estas escisiones incentivan la desigualdad dentro y fuera de los estados, y en este nuevo escenario Alemania está adoptando una posición de total predominio. Beck considera que esta nueva posición de Alemania es informal y que está ganando la contienda en la UE sin ser consciente de ello. ¿Cómo ha sucedido esto? Para responder a esta cuestión Beck utiliza un sugerente juego de palabras entre los términos maquiavelismo y Merkel, refiriéndose así a la política de la canciller: el "merkiavelismo".


En estos momentos Alemania es el país más rico de Europa y muchos países dependen de ella. Ante esta situación de predominio Merkel está adoptando de manera sistemática una posición ambigua. En ocasiones se muestra favorable a la idea de Europa y en otras ocasiones defiende la perspectiva de las naciones-estado; a veces apoya las tesis euroescépticas y, a veces, las europeístas. Su postura consiste en no tomar partido, en combinar el sí y el no en función de lo que convenga. En esto consiste el maquiavelismo, en la vacilación y en la disciplina de la domesticación.

Después de la II Guerra Mundial, Alemania desarrolló el simbolismo del marco alemán y conquistó un nuevo lugar en el mundo democrático. En la actualidad, Alemania está desarrollando lo que Beck denomina el “euronacionalismo”, esto es, el nacionalismo del euro alemán. Este predominio alemán no tiene fundamento militar, no es poder militar sino posición de influencia política y económica. Las élites influyentes alemanas consideran que la unificación de Alemania y la integración de Berlín oriental fue un éxito y el modelo a seguir en Europa. 

En su libro Una Europa alemana, Beck considera que la idea de la Unión Europea podría hundirse en el futuro o podría superar las desigualdades y la inercia de las naciones-estado. En esta disyuntiva el autor valora la distancia existente entre los ciudadanos y la idea de Europa como una preocupante deficiencia. ¿Qué figura política debería tener la Europa del futuro para ser estimada por los ciudadanos? ¿Qué instituciones necesitaría Europa? ¿Qué sistema fiscal? ¿Qué sistema de solidaridad? La idea de Europa debe ser construida también desde la perspectiva del ciudadano. Europa no significa nada para muchas personas porque estamos atrapados en el nacionalismo metodológico y no llegamos a entender lo interconectados que estamos.

Así pues, la cuestión europea es una cuestión abierta, sin respuestas. ¿Qué alternativas existen a la visión maquiavélica de Europa? No resulta fácil pensar en una identidad europea porque estamos inmersos en el fatalismo y no vemos posibilidades de cambio. ¿Qué elementos podrían permitirnos salir de esta situación? Beck recurre a Rousseau y su teoría del pacto social, se siente fascinado con su lectura todavía vigente. Rousseau estaba convencido de que los hombres pueden mejorar de forma significativa su estado natural a través de un pacto social que les permita alcanzar mayores niveles de libertad. De la misma manera, Beck cree  necesario superar el concepto estado-nación para llegar a una mayor libertad y emancipación de Europa.

La idea de un posible pacto social europeo comportaría más libertad y más Europa. Europa no puede convertirse en una sociedad nacional en sí misma porque está compuesta de estados nacionales. Hacer de Europa una gran nación y una sociedad unitaria, como pretende Alemania, sería un error. Los ciudadanos tendrían la sensación de perder su identidad. Debemos apostar por una idea de Europa que respete las identidades nacionales de los individuos y a la vez que los enriquezca colectivamente.  La dificultad de la idea de Europa no radica en la falta de identidad sino en la sensación de que gran parte de los europeos no quiere renunciar a su propia identidad. 

Los ciudadanos no sólo se ven amenazados por el capitalismo global sino también por las respuestas de la política a la situación actual. De momento, estas respuestas reflejan un preocupante realismo vertical a la hora de administrar los recursos. Se considera, por ejemplo, que los bancos son indispensables para el sistema y que los estados deben poner a su disposición una gran cantidad de dinero, aunque eso signifique recortar  sustancialmente los servicios públicos. Resulta escandaloso justificar este principio de desigualdad desde el punto de vista económico e inaceptable desde el punto de vista social y político.

Beck reclama un debate sobre el futuro de Europa enfocado desde la perspectiva social. Sugiere un sistema de seguridad social europeo o impuestos europeos de transacciones financieras, por ejemplo. Puede parecer utópico pero lo considera posible. Apuesta también por una Europa con mayor capacidad democrática. Lo que caracteriza la identidad europea es la democracia y su capacidad de actuar poniéndose en la piel de los demás. Europa debe ser el centro de una idea democrática construida desde la base.

Sin duda vivimos un momento excepcionalmente político. Ante la posibilidad real del hundimiento de Europa, las consecuencias serían imprevisibles, ni siquiera podemos imaginarlas. En este contexto el pesimismo también es un bien común,  no es patrimonio de los intelectuales. Todos los grandes europeos han sido siempre pesimistas pero hoy el pesimismo no requiere de una gran inteligencia, lo vemos cada día en las noticias. Lo determinante de la situación política actual es que nos permite definir una nueva Europa desde la base; necesariamente debe ser desde la base si queremos que la crisis se transforme en esperanza y en un futuro nuevo y quizás brillante. 


*Catedrático emérito de Sociología de la Universidad Ludwing Maximilian de Munic y catedrático de Sociología en la London School of Economics, autor de “Una Europa alemana” (2012).
*Ilustración: CCCB

Enlaces:
Entrevista a Ulrich Beck, La Contra de La Vanguardia, 16 de enero de 2013
"En comú", CCCB
"Alemania no es capaz de verse a sí misma", de Clara Blanchar. El País, 16 de enero de 2013
La dilatación como táctica domesticadora, de Ulrick Beck, El País, 24 de enero de 2013
Das deutsche Europa, de Ulrich Beck (o, más bien, "el carajal del euro"), de 

3 comentarios:

  1. "Un lobo a otro no se muerden;
    un hombre a otro, mil veces."

    Y los teutones son muy insistentes

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  2. ...cada vez que un líder político se rodeó de una guardia de fieles en vez de abrir su organización a los mejores; cada vez que un directivo tomó decisiones que ponían en juego irrazonablemente el futuro de su empresa, pensando en maximizar su bonus; cada vez que un analista no advirtió a sus jefes con suficiente insistencia del riesgo de una operación; todos ellos creían habitar en esa zona gris del realismo y de las justificaciones genéricas del tipo “así es como funcionan las cosas”. Por desgracia, la conclusión de la prueba de Kant está a la vista: si en amplias capas de la sociedad cunden esos comportamientos individuales, si se normaliza que lo amoral es inteligente, el resultado es un país enfermo y desquiciado.


    “Como quiera que el interés propio es universal, hay hombres juiciosos a los que se les ha ocurrido que la búsqueda del propio interés es la única ley común natural posible. Sin embargo, nada puede resultar más extravagante; pues convertir la suma de los intereses individuales en ley de una sociedad solo puede conducir a antagonismos y al exterminio de la sociedad; esto es, el principio del interés propio se trata de lo más opuesto a lo que podamos desear que se haga ley moral, pues destruiría la sociedad”.



    http://elpais.com/elpais/2013/03/14/opinion/1363291499_663054.html

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